Sociedad de la información. Simple y llanamente. Que si web 2.0 (se habla ya de la 3.0), blogs, podcasts, Twitters, microblogs, Facebook, Tuenti y redes sociales varias, periodismo ciudadano… Si tuviéramos que recopilar todas estas cosas -y más, que las hay- y mentarlas de alguna manera general, esas 4 palabras serían la clave. Y es que todo se resume en eso, en que vivimos en una sociedad que vive por y para la comunicación. Una sociedad cuyos individuos son, básicamente, generadores de información, y se trata ésta de una información que desean compartir a toda costa. Internet, sencillamente, evoluciona al ritmo y deseos de los ciudadanos.
La interacción y el compartir son las claves. El feedback (es decir, compartir observaciones para recabar información, uséase, obtener una respuesta) ya no es sólo un término utilizado por algún experto en marketing demasiado pomposo, sino que es el motor de nuestras actuaciones. Utilizamos internet y todos los soportes y aplicaciones compatibles (móviles, pda’s, etc.) para convertir nuestra vida en un proceso de retroalimentación informativa constante e instantánea. Ya no nos contentamos simplemente con consultar una sencilla web para buscar algo que nos interesa, sino que nosotros mismo queremos ser creadores. Creadores de algo, de lo que sea, lo importante es estar presentes.
Antes internet se sostenía sobre cinco pilares -acceso, contenidos, visibilidad, comunicación y seguridad- y lo importante era que, sencillamente, los contenidos tradicionales estuvieran accesibles «online». Respecto a la publicidad, se trataba sólo de captar la atención de los internautas a través de banners o correos electrónicos promocionales. Hoy, sin embargo, hay más de 1.300 millones de personas conectadas a internet y muchas cosas han cambiado, empezando por esos pilares. Ahora no preocupa el acceso a internet, sino el acceso desde múltiples plataformas; el contenido de la red es el generado por los usuarios y la publicidad se ha vuelto segmentada y relevante para el consumidor. La comunicación ya no se limita al correo electrónico, sino que se hace mediante de redes sociales, y del concepto de seguridad, por otro lado, se ha pasado al de privacidad (al tiempo que, paradójicamente, las redes sociales y los microblogs se convierten en un «must have» en toda regla).
Nos encontramos ante una revolución no sólo tecnológica, sino también social, porque no sólo cambiamos la forma de informarnos, sino también la de relacionarnos. Hay que reconocer que se nos abren las puertas de un mundo lleno de posibilidades que, en general, tienden o bien a facilitarnos la vida, o bien a hacérnosla más entretenida. La pega: estamos sumidos en un proceso de aprendizaje constante. Debemos adaptarnos no sólo a nuevos formatos, sino a nuevos lenguajes, nuevos sistemas de comunicación, nuevas fórmulas de relacionarse, nuevas, nuevas, nuevas… cada día algo nuevo y algo de lo que, si no queremos quedarnos por el camino, no podemos escapar.
Una red social es una estructura social en donde hay individuos que se encuentran relacionados entre si. Las relaciones pueden ser de distinto tipo, como intercambios finacieros, amistad, relaciones sexuales, entre otros. Se usa también como medio para la interacción entre diferentes como chats, foros, juegos en línea, blogs, etcétera.
LA GRANDEZA DE LO SENCILLO
Antiguamente, cuando los buques carecían de puente de mando cubierto, solía guardarse en el interior de la bitácora (un armario o caja de madera de forma cilíndrica que, fija a la cubierta de un barco junto a la rueda del timón, albergaba el montaje de la aguja náutica) el llamado cuaderno de bitácora para preservarlo de las inclemencias del tiempo. En ese cuaderno los pilotos anotaban no sólo el estado de la atmósfera, los vientos que reinaban, o los rumbos hechos; sino que también incluían observaciones astronómicas para determinar la situación del buque y reflejaban todos aquellos acontecimientos de importancia que ocurrían durante la navegación.
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